¿En nombre de quién trabajamos?
¿Para quién tantos sudores, tantas fatigas, tantos desvelos, tantas madrugadas?
¿Quién nos agradece al final?
¿Acaso el banquero, que al final del día ve crecer sus intereses?
¿Acaso el empresario que ha obtenido jugosas ganancias?
¿Acaso veremos un poco de esos frutos al final del día?
El espíritu sensible se siente oprimido ante los rugidos de esta fiera siempre sedienta de más dinero, más ganancia, más rentabilidad, más, más, más... Rugidos que acallan los gemidos del que sufre por agrandarle su fortuna al que más puede.
1 comentario:
Desafortunadamente es una situación predominante en nuestro país. No existen leyes que amparen al empleado. Queda en cada uno de nosotros decir "hasta aquí!"
Que se queden con su miserable puesto, a ver si encuentran gente mas capaz y mas cabal que uno...
Publicar un comentario