21 de febrero de 2017

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE LAS REDES SOCIALES

Reflexión

¿Cómo demostraban el amor nuestros padres, antepasados, hermanos mayores e incluso nosotros mismos? Hace una década, ¡menos aún!, un lustro apenas, el hecho de concretar un día, una fecha, una hora para el encuentro con alguien amado, era en sí misma un preludio para la vivencia del amor. Era, como dice el zorro en el Principito: "el tiempo que le dedicas a tu rosa, lo que la hace valiosa para ti".
Hoy día, las carreras, el trajín, los desánimos, los miedos y la COMODIDAD (sí, con mayúsculas) sumada a las facilidades de la tecnología, nos hacen creer que apretar un botón, el botón de "SEND" es suficiente para demostrar amor. "Te amo porque te mando mensajitos inspiradores", "Te amo porque te mandé una imagen bonita para desearte feliz día", "Te amo porque te incluí en mi millón de destinatarios con copia oculta"... No es suficiente. No demuestra amor. Ni amistad. No, si tus familiares, amigos, compañeros, de verdad te importan. Tal vez demuestra un poco de egolatría, para que todos los demás encajen en tu mundo "ideal" y vean lo humanitario que eres, los valores que practicas y la bondad a la cual aspiras. Para que todos los demás te entiendan primero, antes de entenderlos tú. Tú ,"el bueno" con los demás, a pesar de la maldad de este mundo.
Un tiempo de calidad, una llamada de voz incluso, un esfuerzo para hacer vida el encuentro nunca será sustituido por la mensajería instantánea. Si de verdad te importan los demás, ámalos. "Llámalos", (agrega la doble ele al principio), haz un tiempo para ellos, sacrifica un tiempo de descanso para verlos, hablarles y escucharles. Pregúntales cómo se sienten, qué ha pasado últimamente en sus vidas y sabrás cuánto tu presencia y tu amistad aporta a las mismas. No se trata de sumar cantidades de amigos a nuestras redes y saturarlos con mensajes positivos (que a veces van hasta repetidos o devueltos al mismo que lo envió). Nunca un texto enviado en diezmilésimas de segundo sustituirá el contacto humano, la calidez de una mirada, de una palabra, de un abrazo... de la pregunta con genuino interés y viendo a los ojos: "¿Cómo te ha ido?" La virtualidad no se equipara a la realidad en cuanto a vivir el amor. Se trata de sumar calidad a la vida que Dios nos ha regalado. Del tiempo hecho y buscado en realidad para el encuentro. Con esfuerzo, agotamiento, sacrificios, aún cuando tenías planeado descansar, dedicarte a ti, olvidarte del resto del mundo. Eso es, en realidad el amor. Practícalo.

17 de febrero de 2017

El símbolo de la paz, totalmente bíblico

Somos hijos de nuestro tiempo y como tales, nos hemos acostumbrado a ver cierta iconografía como parte de la cultura universal. 
El símbolo de la paz, tan conocido, es ampliamente utilizado y difundido en todo el mundo por diversas organizaciones, entidades sin ánimo de lucro, festivales, movimientos, naciones... y se ve ya como algo natural. Sin embargo, pocos sabrán de dónde viene este símbolo formado por la paloma blanca con la ramita de olivo en el pico,  y por qué se utiliza para simbolizar el tan preciado bien de la paz. El origen de tal símbolo es total y auténticamente bíblico. Podemos comprobarlo en el libro de Génesis, capítulo 8 versículo 11, que nos narra cómo Noé, luego que el diluvio cesó, sacó a la paloma del arca para comprobar que hubiera tierra seca. Y literalmente dice así: "Y la paloma volvió a él a la hora de la tarde; y he aquí que traía una hoja de olivo en el pico".
¡Cuánto detalle en un simbolismo tan simple!
La paz.
La tan ansiada, deseada y esperada paz, encerrada en un ave muy mansa e inofensiva, trayendo en su aliento una muestra del renacimiento de vida en la tierra.
¿Por qué a alguien se le ocurriría convertir esta imagen en sinónimo de paz?
Habrá muchas interrogantes alrededor. Pero esta persona supo abstraer de una historia altamente dramática, lo esencial, el sentimiento con que culmina y que el narrador quiso transmitir; la sensación de alivio, de nuevas oportunidades, de reconciliación, perdón y paz. Y una cosa es segura: esta persona leía la Biblia.

10 de febrero de 2017

¿Por qué nos cuesta tanto volver a confiar?

Es cierto, nos lastima que nos traicionen, que nos mientan, que nos desprecien, que nos hagan una mala jugada. Nos cuesta volver a ver a esa persona con los mismos ojos, hablarle de frente, incluso si hay necesidad de darle un abrazo, por cualquier razón, lo hacemos por compromiso, desviando la mirada, dando un beso al aire. ¿Volver a confiar en ella? ¡Ni de chiste! No contar con ella, no hacerla partícipe de lo nuestro, no permitirnos una nueva debilidad parece ser garantía de nuestra madurez.
Los niños pequeños no son así. Si se pelean por un juguete, por un dulce, por un espacio, al rato se vuelven a ver a los ojos y se abrazan con ternura, olvidando el pequeño altercado.
Es por eso que el Señor nos dijo que nos hiciéramos como niños. Porque los niños aman, sobre todo lo demás. Son libres para amar y no se atan a tristezas del pasado, ni andan acarreando lastres inútiles de desconfianza y sospechas. Prefieren las personas a las cosas, la alegría a la seguridad, la compañía a la admiración.
El fantasma del pasado aunado al ego y los recelos, hace sombra sobre nosotros. Nos impide gozar de esa felicidad que sólo brota del amor genuino brindado en libertad.
Hagámonos como niños, sigamos el consejo del Señor Jesús. Él nos ama tanto que Sus consejos sólo pueden traernos mucho bien... y al gozarlo, nosotros estaríamos a la vez, haciéndolo a los demás.

6 de febrero de 2017

Revertir la sensación de impotencia

Foto tomada de dailymail.co.uk
Impotencia. Amargura. Dolor... frustración y mucha rabia.
"Después de haberles abierto las puertas del país, de nuestras casas, aceptado sus costumbres como propias, de no imponerles nada: Se vestían como en su tierra, hablaban su idioma, comían su comida, celebraban sus tradiciones... Fuimos hospitalarios, amigables, desprevenidos. Los defendimos de los tiranos que los oprimían en su tierra... ¿y así nos pagan?"
Más de algún norteamericano ha de haber tenido este sentimiento el famoso 9/11, pensando en los inmigrantes suicidas.
La inmensa sensación de impotencia los abrumó.
Y posiblemente en aquel momento, en algún rincón de una mansión o en una oficina lujosa de otro edificio que tuvo la suerte de no ser atacado, algún magnate se propuso en su interior no volver a dejar que eso pasara. "¿Nos falló la seguridad? ¡Nunca más! ¿Nos fallaron las barreras de entrada? ¡Nunca más! ¿Fuimos demasiado hospitalarios? ¡Nunca más, nunca más, nunca más..!"
Este magnate seguramente se propuso llegar a la presidencia y revertir la sensación de impotencia y la angustia sobrecogedora de aquel trágico 11 de septiembre. No se puede regresar en el tiempo e impedir que la tragedia suceda; pero tal vez se puede cambiar la sensación de vulnerabilidad que quedó en la conciencia colectiva y si algo está a su alcance para lograrlo, lo hará. Con ello se ha propuesto devolver la sensación de tranquilidad y seguridad a sus compatriotas. Pretende que el sentimiento hegemónico "sobreescriba" el vacío que dejó aquella pérdida irreparable.
¡Nunca más! Estará pensando.
Desea blindar sus fronteras y sus corazones contra el temor a ser nuevamente invadidos, atropellados, mutilados, destruidos, aniquilados. Desea volver a su nación infranqueable desde la idea de recuperar la grandeza perdida.
Visto así, es comprensible su comportamiento. ¿Quién no lo haría, si estuviera en su lugar?
Pero... ¿es despertando hostilidades como lo logrará? ¿O debería escribir su parte de la historia con esta tinta nueva que es mayor conciencia de las propias debilidades? Las raíces de cada estadounidense (con la excepción de un mínimo porcentaje de nativos) están en algún inmigrante que se ganó el derecho a trabajar y un lugar para sus hijos, que hoy con orgullo se llaman ciudadanos. Un derecho muy bien ganado.