20 de enero de 2022

De cómo una chapina sirvió de intérprete a una castellana y a una catalana

Acompañaba yo a la hermana Carmen Román, dulce ancianita cuyo apostolado consiste en ofrecer estampitas y recibir donativos de los transeúntes en una callecita peatonal paralela a las Ramblas, en la entrada de la casa religiosa a la que pertenece.

El 95% de las veces la gente pasa con total indiferencia, otro 2% se detienen por un momento con curiosidad pero luego siguen de largo, otro 2% sí que acepta las estampitas y el 1% restante deja un donativo (estas estadísticas muy a ojo de buen cubero).

Esa tarde, pasaba mucha gente por la callejuela y entre ellos, una pareja joven-madura, muy elegante, tomada de la mano. Ella vestía una sacola de cuerina que le cubría hasta debajo de las rodillas y unas botas, porque aunque ya era abril, el frío seguía calando. El marido, también muy elegante, no le soltó la mano en todo el momento que se entabló la charla; pero, a diferencia de su mujer, no nos dedicó ni una miradita. "¡Bien por él", me dije, "sólo tiene ojos para su mujer".

Cuando la hermanita la abordó, ella se acercó con suma curiosidad. Tuvo mucho interés por ver qué le ofrecía y trató de entablar una conversación en catalán. La hermanita siguió con su pequeño discurso: "Recibe esto y si tienes una monedita, nos la puedes dejar, como ayuda..." La mujer me miró desconcertada y preguntó: "Què diu?", pero seguramente ella habla perfecto castellano, sólo que le costó comprender el casi susurro rapidísimo y bajito de la hermana Carmen. ¡Lo más irrisorio del caso es que yo no hablo catalán! Pero acerté a decirle que la hermana le ofrecía una estampita y le pedía que, si podía, dejara un donativo. Luego la mujer respondió que no tenía nada para dar, mostrando los bolsillos. Dijo algo así como "Salimos a tomar un café y nos han dejado limpios". Acerté a captar la palabra polit, que nunca había escuchado, pero que asocié a pulido: limpio y le hice un gesto de comprensión. Y aquí viene lo más gracioso: la hermanita Carmen me vio con cara de extrañeza y preguntó: "¿Qué dice?" ¡Esto sí era para dar una carcajada! Una castellana, en plena Barcelona, me pide a mí, una chapina, que le traduzca el catalán, ¿creyó que yo comprendía? O quizá simplemente no escuchó bien y sólo necesitaba aclaración. Y queriendo ser una buena intérprete, le dije: "Que no tienen nada...". ¡Está bien, no pasa nada...!, con frases como esas, nos despedimos.

Por dentro, yo reía de gozo y de incredulidad: ¡la catalana me pidió que le tradujera el castellano y la castellana me pidió que le tradujera el catalán! ¡Mi bisabuelo hubiera estado orgulloso...!