Hermano Elías:
Lo extraño... hoy me di cuenta. Este 2024 se cumplen 18 años de cuando lo vi por última vez, no recuerdo la fecha exacta... ¡ojalá lo hubiera sabido! 😪 Pero esas torpezas no tienen remedio humano. ¡Cuánto bien me habría hecho volverlo a tratar como cuando tuve la dicha de conocerlo y recibir sus enseñanzas! Lo vi saliendo de la iglesia, iba acompañado y yo -como cosa rara- andaba de prisa y necesitaba entrar, salir rápidamente, no lo recuerdo bien.
Al poco tiempo hubo una misa por su eterno descanso... ¡el corazón se me desgarró! 😭 Al no conocer a ningún hermano marista a quien poderle dar mis condolencias, abordé al hermano Benito y se las di -- me presenté y le conté cómo lo había conocido. Yo pensé que eso sería todo. Pero el hermano Benito se quedó enganchado conmigo y tuvo mucho interés en que nos siguiéramos tratando.Yo entendí muy rápidamente que él necesitaba dialogar con gente diferente a la de su casa, salir de su triste rutina de hermano otrora activo y ahora relegado a menudencias y aficiones. Yo tenía la esperanza de que el punto común hubiera sido hablar de usted, poderme explayar y revivirlo en conversación y que él me contara cosas sobre usted que yo no sabía... no fue así. El hermano Benito tenía mucha necesidad de compañía y de hablar de sí mismo. Me contó varias veces la misma historia de cómo un hermano joven le dijo directamente y con frialdad, por la espalda, mientras veían televisión, que se retirara de la clase de religión que impartía a pequeños. A él le dolió mucho pero finalmente tuvo que ceder.
En una ocasión me pidió que lo visitara... o eso entendí yo. Hasta que estuve frente a él me enteré que él esperaba que yo lo sacara a alguna parte. ¡Eso dímelo tú!, fue su respuesta, cuando yo le pregunté qué planeaba que hiciéramos. Yo había vislumbrado una agradable velada en la sala de su casa, tomando café y charlando. Como él ya tenía algo diferente en mente, lo llevé a refaccionar a la Zurich de la zona 10... yo con los centavos muy ajustados de mi escaso salario de aquellos días y refunfuñando por dentro. Me contó mucho sobre él y me regaló un par de fotos suyas. ¡Realmente estaba muy entusiasmado con nuestra nueva amistad! A mí se me rompía el corazón💔. Yo no podía corresponderle; en él, yo lo buscaba a usted: que lo recordáramos juntos. Ahora entiendo que yo necesitaba trabajar mi duelo, sacar lo que llevaba en la memoria y el corazón, ¡responder tantas interrogantes! Tuve la intuición de que la vida me estaba regalando la oportunidad de compensar con él lo que ya no pude hacer con usted: visitarlo, escucharlo y darle un poco de vida con mis visitas.
Siempre que hay incidentes con las maras lo recuerdo; usted me hablaba de los gamberros, aquellos jóvenes vascos descreídos que entraban a los templos católicos para lavar sus jeringuillas y poder seguir inyectándose droga; que andaban en grupo y atentaban contra los ciudadanos. ¡Qué dicha que aquí no los hay!, concluíamos ambos, en aquel lejano 1983. ¡Quién nos diría que muy poco tiempo después, compartimos la ciudad con las maras! Ya no tenía que imaginarme nada, lo puedo vivir y comprobar en carne propia.
Ahora que lo pienso, Dios me regaló en usted y en Severiano (aquel hermano marista mucho más joven) la dirección espiritual que todo joven necesita. Yo no la supe encontrar en ningún sacerdote, no sabía exactamente cómo... pero me apegué con mucho afecto a usted. Usted aclaraba mis dudas con sencillez, con suavidad, con amor. ¡Gracias, hermano Elías! ¡Dios le pague! Y le recompense tanta bondad para conmigo, la que era una muchacha de 17 años acomplejada, solitaria, necesitada, pero muy torpe para saber cómo y dónde buscar respuesta a sus inquietudes de adolescente. Usted me supo aceptar sin crítica y acoger con comprensión.
¡Dios bendiga a los hermanos maristas!